Erase que era una vez una señora muy decidida y metódica que todo lo quería lo conseguía pues “¡quien lo impedirá!”, Como solía decir.
En estos últimos días tenía ocupada su cabeza en algo: una flor. Una hermosa rosa que crecía en el cantero del vecino, al cruzar la calle.
-Esa flor no es cualquier flor- se decía la señora entre dientes –es una rosa, y no es cualquier rosa... es ¡La Rosa!, Tiene que ser mía.
Y continuaba con sus pensamientos –Cuando sea mía, todos me admiraran.
Todas sus ideas giraban en torno a como conseguir tan ansiada flor. Planeaba y replaneaba, día tras día, noche tras noche, diferentes estrategias para poder conseguirla. A todos sus conocidos volvía locos pidiéndoles consejos con respecto al tema.
La susodicha flor esparcía su belleza en el cantero de enfrente. Todas las mañanas se despertaba, estiraba suavemente sus pétalos, pero no se quitaba enseguida todo el rocío, pues le gustaba sentir el fresco beso de las gotitas matinales un buen rato.
Todo esto enardecía más y más a la señora que se quejaba:
–Ese cantero no es el cantero que se merece semejante belleza, tengo que rescatarla de tantas injusticias. No puedo ni mirar ya, además de ser muy chiquito, la ventana que tiene encima no le deja pasar suficiente luz, y no esta recibiendo los cuidados adecuados. Si estuviese conmigo yo le daría todos los cuidados que necesita
Y seguía quejándose
–¡¡¡Pobre mi rosa, mi vida, tengo que salvarte de todas esas injusticias!!!
Hasta que una mañana, bien temprano, se decidió y cruzó la calle. Intentó cortarla a través del cerco del vecino, y... ¡huy! ¡Qué dolor!... se pincho el dedo con las espinas de la rosa. Mas intentaba y mas se pinchaba, y mas se enojaba hasta que termino insultando y pataleando en el medio de la vereda.
Cansada del berrinche, en un momento alzó la vista, y... cuan grande fue su sorpresa al ver en la puerta de la casa, recostada contra el marco, una niñita en uniforme escolar que la miraba divertida. Con una luminosidad extraña en los ojos le dijo suavemente con su voz de niñita:
-Siempre la veo cuando desde enfrente mira con ansias a esta flor. Le voy a contar un secreto: esta rosa vino sola a parar ahí, siii! un día me desperté en la mañana y allí estaba, feliz de la vida, esparciendo su belleza y sacudiendo sus lindos pétalos en el aire fresco. Parece ser que todo lo que tiene allí, en ese cantero es todo lo que necesita para seguir creciendo y no se como le va a caer que la saque de ahí... aparte a mi me gusta mucho que este ahí, saludándome todas las mañanas cuando voy a la escuela. Igualmente sé que cuando llegue su momento se ira, como tantas otras hermosuras que crecieron en este jardín.
La señora estaba muy rígida escuchando a la niñita. Ni bien esta terminó de hablar ya iba a empezar a exponer sus razones y las criticas al dueño de casa por los malos cuidados, ya había levantado su dedo índice y todo… cuando, de pronto la niñita la interrumpió con una dulce risita y le dijo:
-Ji! Ji! Ji! Siempre esta mirando para acá, desde su ventana, y sus ojos no pueden ver mas que esta rosa... pero alguna vez miro debajo de su ventana. Mire!!- y señalo con su pequeño índice hacia la casa de la señora.
La señora giro sobre si misma, mirando desde esta vereda su casa, su cantero.
Y Ho sorpresa!!! Ahí estaba! En su cantero (por cierto bastante descuidado) la más hermosa flor silvestre. Si Ahí estaba! Muy oronda con sus azules pétalos recibiendo justo en ese momento un rayo de sol de lleno, desplegada en toda su hermosura en el brillo matinal, sacudiéndose las ultimas gotitas de rocío y corriendo la maleza.
La señora se llevo las manos a la boca y sus ojos se llenaron de lagrimas felices, miro a la niñita con profundo agradecimiento, pero no dijo nada. Cruzo corriendo la calle,
Desde ese día su casa es conocida en el barrio, como la casa de los jardines, y es admirada por todos…
pero eso a la señora ya no le importa.
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